Todo comenzó con un viaje de mi papá, la persona a la que Max más quiere y con quien más tiempo comparte. Con su ausencia, Max se sintió muy solo, no dormía en las noches, solo lloraba frente a la cama de mi papá.
Después de varias noches, Max comenzó a estresarse y a rascarse constantemente en el cuello. Como consecuencia, el pelo se cayó y aparecieron lesiones en su piel. ¡Pobre mi perro!
Preocupada por mi perro, a media noche busqué un veterinario de urgencia. Fue todo un reto encontrar uno disponible a esa hora, pero afortunadamente lo logré. El diagnóstico, fue ansiedad y la consecuencia fue un cono para que él no se lastimara a sí mismo. Nunca me imaginé que la ansiedad y el estrés tuvieran estas consecuencias en los perros. Los últimos días he estado en casa acompañándolo, limpiándole la herida y consintiéndolo para suplir la ausencia de mi papá.
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